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martes, 22 de diciembre de 2015

Ciencia y creencias alternativas

(Figura 1. Sesión mediúmnica típica del siglo XIX. En el siglo XX dio paso a las ouijas y a la parapsicología, tanto en su vertiente de fenómenos psíquicos (PES: percepción extrasensorial, en general) como en la de los sucesos espontáneos externos (psicofonías, poltergeist, teleplastias, casas encantadas, etc.)

Una visión amplia de la cultura humana, tanto en su orientación humanista como naturalista,
es imprescindible para que los individuos con capacidad crítica y autonomía intelectual no den pábulo a manifestaciones psicosociales que más parecen recidivas que auténticas interpretaciones originales de lo que nuestros sentidos y elementos técnicos nos comunican sobre lo existente (artículo de Ricardo Campo en SEBBM):

En el siglo XX, y conforme los medios de comunicación extendían su capacidad de formar e influir en las opiniones mayoritarias, diversas corrientes de pensamiento, así como variadas creencias y leyendas, fueron accediendo al primer plano de los intereses del hombre común. Este heterogéneo conjunto de supuestos sucesos y afirmaciones heterodoxas rescataron del olvido aparente antiguas formas de aprehender la realidad, de tal forma que llega a parecer, por su frecuente presencia en los foros sociales, que se han integrado en la cultura estándar, que lo alternativo y lo paranormal se han asentado como un ingrediente más de nuestra civilización contemporánea, al mismo tiempo que ejercen con éxito popular una crítica a la concepción racional y científica del mundo.
La cultura paralela

En primer lugar, parece necesario dar siquiera unas breves pinceladas de la cosmovisión frente a la que aparece, o simplemente se actualiza, la cultura paralela, a pesar de la enorme dificultad que supone no caer en graves simplificaciones. Como es sabido, la ciencia moderna toma cuerpo a partir del Renacimiento hasta desembocar en la Revolución científica de los siglos XVI y XVII. Su confianza en el poder de la razón para explicar y dominar el mundo confiere a la ciencia el deber de esclarecer los misterios de la naturaleza. Naturaleza y hombre son dos entidades separadas. En la esfera política y moral la historia se orienta hacia la liberación del ser humano de antiguas ataduras, de tal manera que las épocas anteriores son vistas como una sucesión de errores debido a la preponderancia de la fe y de creencias interiorizadas acríticamente. La autonomía intelectual del hombre es condición necesaria para que la ciencia pase a convertirse en cosmovisión dominante.

Desde el punto de vista histórico podemos decir que el proyecto ilustrado no consiguió en la medida suficiente el que parecía ser su objetivo último: la liberación de las trabas que habían mantenido al ser humano «encadenado» a las tradiciones, creencias, tribus y relaciones económicas preliberales. La profunda desacralización operada por este movimiento en todos los órdenes de la vida se presentó como una vanguardia con capacidad para dividir la historia en dos: la de los hombres menores de edad y la de los emancipados. Entre los primeros se encontraban, según la modernidad, los reaccionarios y los esclavos intelectuales; entre los segundos los libertarios y los que repartían la «luz» por doquier.

El desarrollo de la ciencia institucional y de las tecnologías fue explosivo, pero a pesar de los logros pragmáticos de la tecnociencia en las sociedades occidentales la percepción comunitaria de la empresa científica no es uniforme; antes bien, han surgido una serie de corrientes críticas relativistas y de ciencias alternativas con pretensión de cuestionar los fundamentos del paradigma científico moderno. Un número importante de tendencias activas de pensamiento, prácticas y creencias sociales manifiestan una visión del mundo anclada en unos presupuestos distintos a los de la racionalidad moderna, que, básicamente, tienden a propiciar la religación del hombre con el cosmos, como defendían el esoterismo tradicional y las versiones ocultistas a partir del siglo XIX.

Es muy variado el número de manifestaciones de la «cultura paralela». Entre las más destacadas figuran las medicinas alternativas u holísticas como la homeopatía, así como el corpus de habilidades einsospechados poderesenmarcados en la parapsicología, tanto en el terreno de la percepción extrasensorial (PES), telepatía, clarividencia y precognición, como en el de la psicocinesis, o capacidad de influir en la materia a distancia (fig. 1).

Entre los sucesos personales de carácter inusual articulados en el nuevo paradigma holísticodestacan las experiencias fuera del cuerpo, de las que la llamada psicología transpersonal afirma que se trata de auténticas experiencias espirituales; de hecho, uno de los objetivos de esta corriente es la aplicación del método científico al campo de lo espiritual. Veamos con mayor detenimiento otro ejemplo relevante: las otras humanidades del universo.

Resacralización popular del cosmosA partir de 1947, los medios de comunicación de todo el mundo difundieron masivamente las supuestas apariciones de platillos volantes. Pronto se impuso una posible explicación para estas observaciones, un posible origen: su procedencia extraterrestre. Las producciones audiovisuales acusaron la moda, convirtiéndose tanto en receptoras de los motivos folclórico-platillistas de la sociedad como emisoras de nuevos elementos mitológicos, aunque con predominio del primer papel. El cine funcionó como termómetro del mito: desde Invaders from Mars (1953), Killers from Space (1954), Close Encounters of the Third Kind (1978), a las diversas versiones de Alien y la también importante Species (1995), por su relación directa con el surgimiento de la leyenda del chupacabras, es fácil rastrear la evolución del mito de la venida de los extraterrestres a la Tierra.

En las dos primeras películas, en la etapa más intensa de la Guerra Fría, los alienígenas son agresivos y desean dominar o destruir a la humanidad. Encuentros en la tercera fase (la traducción habitual al español es un error; correctamente, según la propia terminología ad hocimpuesta en la cultura ufológica, sería Encuentros cercanos del tercer tipo) está inspirada en la versión estándar del mito activa en la sociedad estadounidense, es decir, en la visión del mundo californiana, en la que los extraterrestres cumplen el papel de zarzas ardiendo, heraldos de la New Age e impulsores de la iniciación cósmica. Alien y Species reflejan los miedos contemporáneos a la ingeniería genética y la falta de escrúpulos de los científicos. Y merece ser citada también la serie televisiva Expediente X, que basa sus guiones en las teorías de conspiración, según la subcultura de los medios de comunicación convertidos en empresas sin el menor afán formativo, donde cualquier disparate rentable es explotado hasta que colapsa por saturación de la moda.




(Figura 2. Uno de los escasos libros críticos sobre la creencia ufológica publicados en España en el actual siglo,Los ovnis ¡vaya timo! (2006), del autor de este artículo)

La muy problemática aceptación de la naturaleza extraterrestre de aquellas fugaces observaciones iniciales para los científicos no suponía cortapisa alguna para muchas personas. Pocos años después de originarse este fenómeno social aparecieron algunos individuos que decían mantener contacto con los tripulantes de esas naves. Los contactados con los seres del espacio son una actualización del elegido, el profeta o iniciado previo paso por la doctrinas de la teosofía decimonónica.

Los platillos volantes u ovnis nos ofrecían un mensaje simbólicamente geocéntrico. Una gran variedad de morfologías tanto respecto a las naves como a los seres que las tripulaban se presentaron, según los testimonios publicados en la prensa y recogidos por los investigadores aficionados, en la Tierra, como si nuestro planeta fuese lugar de paso obligado del Universo. Los contactados y los propios ovnis nos recordaban que somos especiales, que otros seres inteligentes se preocupan por nosotros y por nuestra evolución, y que velan por la especie que ellos mismos crearon, según la antropogonía de grupos como el Movimiento Raeliano.

Muchos estudiosos de esta compleja leyenda contemporánea coinciden en afirmar que el contactismo extraterrestre supuso la emergencia de una nueva religión, con una visión del hombre y del cosmos diferente de la que nos muestra la ciencia contemporánea. Es interesante señalar al respecto que la mitología de contacto con entidades transmundanas ha sufrido una actualización en su aspecto exterior, aunque el mensaje sigue siendo esencialmente el mismo: los duendes y hadas de la Edad Media ahora se nos presentan bajo un ropaje tecnológico, como corresponde a nuestro tiempo, pero nos siguen remitiendo a un mundo distinto al nuestro, poseen capacidades insospechadas para los seres humanos, al mismo tiempo que muestran un aspecto en su gran mayoría antropomorfo.


«La cultura tecnológica no ha logrado eclipsar el sentimiento de lo sagrado en el occidental contemporáneo. Aún hoy, hombres y mujeres dicen haber sido contactados y elevados a los cielos por las potencias celestiales.»La cultura tecnológica no logró eclipsar el sentimiento de lo sagrado en el occidental contemporáneo. Aún hoy en día, hombres y mujeres dicen haber sido contactados y elevados a los cielos por las potencias celestiales. 

En las abducciones, presuntos raptos de seres humanos por parte de entidades alienígenas, encontramos la versión malvada y la beatífica: para algunos representan una experiencia de invasión corporal con extracción de fluidos y sometimiento a diversas pruebas médicas, a modo de cobayas humanas: estamos ante una auténtica posesión diabólica actualizada; para otros, supone una visión iniciática: el descubrimiento de primera mano de que otras entidades inteligentes no humanas existen y que nosotros somos una especie más en un cosmos en constante evolución espiritual (fig. 2).

El contactismo tomó, sobre todo en sus orígenes, carácter milenarista y apocalíptico, señalando a la ciencia y a la tecnología como las principales responsables de los males que nos acosan. Su universo salvacionista, heredero de los milenarismos históricos, bebe en fuentes ocultistas y teosóficas decimonónicas que luego autores como Erich von Däniken o Louis Pauwels y Jacques Bergier, entre otros muchos, aprovecharon para construir toda una tecnoteología a medida. Lateoría de los astronautas alienígenas en la antigüedad (pirámides egipcias, Palenque, Nazca, Puma Punku, Pascua, etc.) es un elemento exitoso de la cultura popular en torno a las actividades extraterrestres en la Tierra.

Legitimación de lo alternativo

En general, podemos hacer referencia a todo el conjunto de actividades alternativas, terapias holísticas y extravagantes teorías pseudocientíficas como un neognosticismo, porque pretende acceder a ámbitos de la realidad por medio del yo interior divino que todos poseemos, actualizado en forma de insospechadas capacidades dormidas con el concurso de la apertura mental. Por ello, la crítica habitual sobre la incapacidad de demostración de las más excéntricas propuestas («afirmaciones extraordinarias requieren pruebas extraordinarias») carece de importancia para estas corrientes, ya que incluso considera necesaria la creación de métodos particulares para la investigación de la esfera espiritual. La indistinción o confusión entre lo espiritual y lo que es un fenómeno puramente psíquico es característica del misticismo contemporáneo.


«Para estudiar lo misterioso y paranormal es necesaria una apertura mental, que desgraciadamente suele coincidir con la relajación del juicio crítico y el natural escepticismo ante lo que desafía los modelos de la naturaleza mejor contrastados.»El campo de las cosmovisiones alternativas se puede dividir en dos frentes de acción: el mediático-social y el académico. En el primero aparecen los productos típicos de la sensibilidad nuevaerista: desarrollo personal y de la conciencia, terapias alternativas, técnicas para el logro de estados alterados de nuestra mente, seminarios para el cultivo de la individualidad, predicciones astrológicas, consultores de tarot y videncia, etc. En el segundo nos encontramos con la emergencia de un fenómeno que, a falta de nombre específico, se apropia del término espiritualidad para presentar un producto esencialmente sincrético. Entre sus promotores se encuentra una parte de la comunidad científica, que se acerca a los sentimientos y experiencias que la modernidad ilustrada y el positivismo había arrinconado por falsos o no significativos.

La ciencia, a pesar de los asombrosos avances científicos y tecnológicos, es percibida como una institución en decadencia y sospechosa de secretismo y peligrosos intereses. No obstante, la bipolaridad del mundo alternativo lleva con frecuencia a reclamar que la comunidad científica se aplique al estudio de los misterios mediáticos: en el caso de los ovnis/extraterrestres es una petición clásica, así como en el terreno de la parapsicología, en particular el estudio de las capacidades de percepción extrasensorial (telepatía, psicoquinesis, clarividencia, etc.) o las llamadas psicofonías, voces y sonidos de origen «paranormal» que quedan registrados en cintas magnetofónicas. Los expertos que piensan que este fenómeno se debe a entidades del más allá ointerdimensionales emplean cámaras anecoicas (insonorizadas) y jaulas de Faraday –impermeables a las fuentes electromagnéticas–, así como otros dispositivos propios de cualquier laboratorio físico. Pero para llevar a cabo el estudio de lo misterioso y paranormal es necesaria la citada apertura mental, que desgraciadamente suele coincidir con la relajación del juicio crítico y el natural escepticismo ante lo que desafía los modelos de la naturaleza mejor contrastados. Constantemente oímos las quejas de los que se presentan a sí mismos como los nuevos galileos en lucha contra el dogmatismo del poder intolerante de la ciencia, que debe aceptar las realidades ocultas.




(Figura 3. Helena Blavatsky (1831-1891), fundadora de la Sociedad Teosófica en Nueva York en 1875, impulsora del ocultismo contemporáneo)

Otro factor fundamental en juego es que estas cosmovisiones recuperadas o actualizadas aprovechan el proceso de personalización de las sociedades contemporáneas. El individualismo y el deseo abstracto de autonomía y libertad pulverizan las fidelidades anteriores en todas las facetas de la vida humana, incluyendo el principio de racionalidad, tanto en el campo de la organización sociopolítica como en el de distinción radical entre conocimiento científico y el que no lo es. La organización moderna es, desde este punto de vista posmoderno, racional, fría y despersonalizada; por el contrario, las cosmovisiones implícitas en la gnoseología y epistemología alternativas se centran en el ser humano. En los casos de la creencia en los ovnis o de la astrología tal circunstancia es evidente, así como en el campo de las llamadas medicinas alternativas, que pretenden tratar a los enfermos más que a las enfermedades, percibidas en ocasiones como simples desequilibrios energéticos que devienen en desequilibrios psicosomáticos.

¿Se podría hablar, ante este panorama, de una depuración o actualización del ocultismo decimonónico? Helena Blavatsky (fig. 3), la principal exponente de esta corriente sincrética nacida en el siglo XIX y continuada en el XX, no poseía una formación académica; pero los nuevos defensores de la tradición perdida y reencontrada sí, de tal forma que, colocándose a la altura de los tiempos, la enseñanza oculta o secreta se democratiza. Ya no son los Grandes Sabios ocultos o la Gran Hermandad quienes aleccionan a los teósofos sino el citado sector académico (Charles Tart, Fritjof Capra, Rupert Sheldrake, etc.) y la subcultura del misterio los que se presentan como difusores de la nueva emergencia de lo sagrado, de la auténtica sabiduría perdida por siglos de mecanicismo, materialismo y alejamiento de la espiritualidad.

Un fenómeno social con múltiples causasReaccionando contra la oleada relativista que se niega a hacer distingos cualitativos entre el pensamiento occidental ortodoxo y la cultura paralela, los críticos de las pseudociencias plantean un escenario en el que la proliferación de estas creencias es debida a un déficit de racionalidad o a una falta de divulgación científica que haga comprender a los ciudadanos la bondad intrínseca de la ciencia. Según el planteamiento de algunos críticos del neoocultismo, la instrucción intensiva en los principios básicos del pensamiento científico nos inmunizará contra la caída en las supersticiones contemporáneas. ¿Es tan directa y exclusiva la causalidad de este fenómeno social? Basta penetrar en las raíces ideológicas y psicológicas de aquéllas para darse cuenta de que un aumento de la información no evita su periódica activación social. Así lo puso de manifiesto el etnólogo Wiktor Stoczkowski para quien ni la paranoia, ni la ignorancia, ni la necesidad psicológica, ni una época de crisis son suficientes para explicar el auge de los fenómenos que estamos considerando. La explicación ha de consistir en una prospección total de los fundamentos históricos de esas creencias y de la finalidad buscada con la adopción de las mismas.


«El conflicto cultural reside en la cosmovisión que sustentan la ciencia y los paradigmas alternativos, y en el objetivo último que persiguen. La percepción pública de la ciencia y la tecnología sigue consistiendo en una serie de clichés sociales.»El conflicto cultural reside en la cosmovisión que sustentan la ciencia y los paradigmas alternativos, y en el objetivo último que persiguen. La percepción pública de la ciencia y la tecnología sigue consistiendo en una serie de clichés sociales: oscila entre la confianza ciega y el alejamiento emocional propiciado por las corrientes neoocultistas, siempre en estado larvado a pesar de la hegemonía del empirismo materialista y revitalizadas periódicamente por la industria cultural, que domina perfectamente los resortes psicológicos del consumidor del mercado del misterio y la magia. Por variados motivos, la ciencia ha perdido parte del crédito social con que contaba en las últimas décadas del siglo XIX y las primeras del siglo XX. Por todo ello algunos científicos se aperciben de la necesidad de paliar la expansión de los constructos que distan de haber sido verificados con sus propios métodos. En este sentido, una visión amplia de la cultura humana, tanto en su orientación humanista como naturalista, es imprescindible para que los individuos con capacidad crítica y autonomía intelectual no den pábulo a manifestaciones psicosociales que más parecen recidivas que auténticas interpretaciones originales de lo que nuestros sentidos y elementos técnicos nos comunican sobre lo existente.

No basta con manifestar nuestra ignorancia sobre la posible existencia de seres extraterrestres con capacidades tecnológicas insospechadas, ni con evidenciar las inexistentes bases científicas de los fenómenos parapsicológicos, ni de los que argumentan sobre la terrible peligrosidad de los alimentos transgénicos o de las ondas de la telefonía móvil: la creciente manifestación social de estas ideas y actividades exige, por parte de los interesados, el esfuerzo de pensarlas con la profundidad necesaria, rastrear sus antecedentes y comprender por qué se han mantenido en estado larvado unas y reconvertido otras, renaciendo como invertebrados que permanecían hibernados a la espera de las primeras lluvias.

Bibliografía general

Campo R: Los ovnis ¡vaya timo! Pamplona: Editorial Laetoli, 2006.
Gardner M: La ciencia. Lo bueno, lo malo y lo falso. Madrid: Alianza Editorial, 1988.
Gardner M: La nueva era. Madrid: Alianza Editorial, 1990.
Hanegraaff WJ: New Age Religion and Western Culture. Esotericism in the Mirror of Secular Thought. Nueva York: State University of New York Press, 1998.
Radford B: Tracking the Chupacabra. The Vampire Beast in Fact, Fiction, and Folklore.Albuquerque: University of New Mexico Press, 2011.
Randi J: Fraudes paranormales. Fenómenos ocultos, percepción extrasensorial y otros engaños.Girona: Tikal Ediciones, 1994.
Sabadell MA: Hablando con fantasmas. Madrid: Temas de Hoy, 1998.
Sagan C: El mundo y sus demonios. La ciencia como una luz en la oscuridad. Barcelona: Editorial Planeta, 1997.
Stoczkowski W: Para entender a los extraterrestres. Estudio etnológico de una creencia contemporánea. Madrid: Acento Editorial, 2001.



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